martes, 15 de febrero de 2011

"De bueyes perdidos, y también de fútbol"

El cronista que en esta oportunidad toma la posta del ausente y crónico Benítez suele cubrir, caminando, la distancia que separa su casa de Ocampo. Es una práctica que le permite hacer algo remotamente emparentado con el calentamiento previo y, de paso, ir reflexionando sobre temas diversos e insignificantes. Por mencionar algunos, diremos que surcó su pensamiento el nombre dado al recién comenzado torneo Clausura (mentalmente sopesó la posibilidad de bautizar la actual temporada de Ocampo como “Campeonato Dr.Fernández Sasso”), el arresto y posterior liberación de “Momo” Venegas (¿será igualmente expeditivo el retorno de nuestro “Nono” al “field” dominguero, luego de una lesión precedida por el airado reclamo sindical?) y, sobre todo, el derrocamiento del anciano Mubarak (¿podremos organizar algo semejante contra el sempiterno Grondona?).Así fue como, inmerso en estas cuestiones, pasó por alto una visión “retro” que luego lo visitaría durante el transcurso del partido: una rotisería de las de antaño exhibía en su vidriera un par de hileras de pollos rostizándose lentamente al espiedo. Dejemos todo tipo de pretensión de crear suspenso y digamos directamente que esa imagen fue un fiel reflejo del cotejo de anteayer. Calor, lentitud, y un extraño pedido en el tercer tiempo: “Sacame ese bien adobado, el de camiseta blanca” (al tiempo que señalaban la humanidad de Fabián).

Jorge no habrá cumplido con el reclamo de poner aire acondicionado en el complejo (“Fer, Fer, ¡no me dijiste nada que cambiamos las redes de los arcos!”), pero sospechamos que no pasaremos frío en el invierno. Así, con una temperatura que superaba en dos o tres grados la del ambiente externo, nos internamos en la caverna, donde el juego desplegado fue una sombra desdibujada de lo que en la realidad se denomina balompié.

El partido fue decididamente malo, con alternancias abultadas en el marcador (los azules sacaron una temprana ventaja, luego los rojos se pusieron tres arriba para terminar perdiendo por dos ó tres tantos, de acuerdo a la óptica de cada uno). Quizás haya perjudicado a los de rojo el no contar con un arquero fijo, aunque no se puede decir que los azulados hayan sacado rédito por el hecho de tenerlo.

Rojos:


Calderón: cuando se desempeñó como arquero, dos bombazos de Ale se estrellaron contra sus manos (en el segundo vimos, a la distancia, sus ojos cerrados, la cara vuelta de perfil y un mohín de dolor). Ofreció entrega. 6,20 puntos.

Cigorraga: kilos de más en el abdomen del Comandante. Buscó explotar la superioridad numérica con dispar éxito. Sacó de una manga un recurso reglamentario para invalidar una conquista del rival. 6 puntos.

Boggio: extrañó la presencia de su colega Mariano, en lo futbolístico y en lo anímico. Sobre el final, quebrado interiormente, buscaba mirando el piso respuestas que nunca llegaron. Su enésima demora (quince minutos tarde) empiezan a irritar a los pacientes gladiadores de Ocampo. 5 puntos.

Sánchez Vargas: no se proyectó en demasía al ataque, no tuvo aire o ganas de ensayar su célebre trompo con pelota dominada, y mostró lo mejor en el arco. 6,50 puntos.

De la Rúa: entró con una actitud amenazante hacia el golero rival (“Nando, hoy no me lesiones”), a lo “Mole Moli”, pero terminó cual panelista de “Bailando por un sueño”, mucha labia y poco juego. 5,5 puntos.

Azules:

Soria: tuvo un eclipse, un lapsus, un prolongado momento de oscuridad pesadillesca que se extendió por un cuarto de hora. Para no olvidar: remate al arco que se fue desviado…al lateral!! 4, 90 puntos.


Vidal: el hombre entiende la gambeta como fin y no como medio. Quiebra la cintura, se desprende del marcador, busca el lugar más poblado de la cancha para arremeter con la pelota al pie y, cuando se cansa, patea al arco. Buena sintonía con Carlos y Ale, algún modesto toque de magia convertido en gol. 7 puntos.

Catella: la continuidad y la ausencia del Loco redundaron en su mejor partido en Ocampo. Corrió y marcó notablemente, llegando también a anotarse en el marcador. 7,5 puntos.

Soria Junior: pedía la hora en el cierre del cotejo, porque había hecho un esfuerzo considerable durante el mismo, buena puntería y un poco de fortuna. 7 puntos


Concluída la faena, el televisor nos proyectaba una imagen impensada: Boquita perdía dos a cero con Godoy Cruz, en la Bombonera. Inverosímil, aunque no tanto como los artículos del diario “Clarín” que Camogli entregó a este reportero, en los que asomaba una preocupación social por las clases bajas que jamás habíamos sospechado.
Ya de camino a casa, conducidos en auto, Vidal nos recordaba cuáles son las cosas importantes de la vida: bocinazos por doquier para celebrar la belleza de jóvenes señoritas que transitaban las calles.

Autor: Nando